En el entorno laboral actual, lamentablemente, es bastante común encontrar líderes que encajan en la definición de Líder Tóxico. Este tipo de líder no se adapta bien a su equipo, lo que genera una desconexión entre los colaboradores y la gerencia. En lugar de fomentar la colaboración y el trabajo en equipo, sus acciones contribuyen a crear un ambiente laboral negativo, caracterizado por la falta de confianza, el miedo al error y la comunicación deficiente. Esta atmósfera hostil afecta tanto el bienestar emocional de los empleados como la productividad general del equipo, ya que los colaboradores tienden a sentirse desmotivados y subvalorados. A veces, estos líderes actúan de manera maliciosa en sus acciones y declaraciones, buscando consolidar su poder mediante el uso de tácticas manipulativas como la crítica destructiva, la culpabilización y el favoritismo.
- Dependen de los logros anteriores. Además, tienen una necesidad constante de reconocimiento, lo que demuestra su falta de autoestima. Debido a que generalmente no son personas exitosas por su falta de liderazgo “natural”, usan los premios o logros del pasado para compensar lo que les falta. Es común ver en sus oficinas diplomas colgados en la pared y alguna estatuilla o trofeo.
- No son objetivos. Prefieren relacionarse con personas que los halagan y los adoran, lo cual es fundamental para su ego. No obstante, cualquier persona que los cuestione o no esté de acuerdo con su mensaje “salvador” terminará siendo marginada o discriminada dentro de la organización.
- Baja inteligencia emocional. Debido a esto, son fácilmente irritables y tienden a recurrir a la ira, con todas las consecuencias que esto tiene en las emociones de los demás, por no saber manejar sus propias emociones. Además, al no saber comunicarse de manera positiva, crean un ambiente de tensión y malestar que se propaga como un virus por toda la organización, afectando todas las relaciones, tanto verticales como horizontales.
- La mayoría de los jefes tienen problemas para comunicarse efectivamente. Esto se debe principalmente a la falta de empatía, ya que creen que sus empleados saben lo que deben hacer sin necesidad de explicarles. Otros jefes tienen un ego exagerado y piensan que siempre tienen la razón, como si fueran elegidos por Dios. Esto hace que no puedan persuadir a sus empleados, quienes solo los obedecen por respeto a su posición.
- Tienen dificultad para delegar responsabilidades. Debido a su ego, piensan que nadie puede hacerlo tan bien como ellos. Si bien es cierto que conocen mejor la empresa, eso no significa que alguien más capacitado y con el perfil adecuado no pueda hacer un trabajo incluso mejor.
- Ellos siempre quieren estar a cargo. Otra consecuencia de su baja autoestima es su necesidad de tener el control en todo momento, para no sentir que su posición en la empresa está en peligro. De hecho, cualquier tipo de liderazgo “informal” que surja, suelen eliminarlo rápidamente, como una espada cortando cabezas, para que no les opaque.
- Los líderes tóxicos no se preocupan por sus empleados. Generalmente no tienen en cuenta las necesidades de sus trabajadores, ya que solo se enfocan en los números y resultados. Sin embargo, como dice Richard Branson, si se atiende a los empleados, ellos también cuidarán del negocio. Como resultado, los niveles de desempeño serán menores, a pesar de presionar por el cumplimiento de objetivos.
- Limitan la creatividad. Tienden a ser personas inseguras y con baja autoestima, lo que les hace ver cualquier herramienta de cambio que no haya surgido de ellos como una amenaza a su posición, por lo que suelen neutralizarla. Una variante de esto es apropiarse de las ideas de otros, una vez que ya las han desarrollado y confirmado que no desafían su estatus. De hecho, en muchas ocasiones suelen presentarlas como logros personales.
- Su falta de humildad y la creencia de que ya lo saben todo les impide progresar. Esto los mantiene en un ciclo de ignorancia, ya que mientras más tiempo pasa, más desactualizados están y más se resisten a nueva información que pueda cuestionarlos. Prefieren contratar asesores externos para llenar ese vacío de conocimiento especializado en la empresa, en lugar de incorporar a miembros del equipo que puedan exponerlos.
- No saben ofrecer retroalimentación. La retroalimentación es una herramienta muy valiosa si se utiliza con una perspectiva amplia, de lo contrario, puede tener efectos muy dañinos para los empleados. El Líder Tóxico suele centrarse únicamente en los aspectos negativos del comportamiento o desempeño de sus empleados, lo que termina por desmotivarlos.
Aunque pueden ser hábiles para atraer talento a la empresa, lo hacen a través de la manipulación y la adulación, presentándose como líderes carismáticos o visionarios en las etapas iniciales. Sin embargo, una vez que los colaboradores se integran, descubren que el apoyo y el desarrollo prometido son inexistentes. Los líderes tóxicos no promueven el crecimiento de sus empleados ni les ofrecen oportunidades para mejorar sus habilidades o avanzar dentro de la organización. En su lugar, estos líderes ven el desarrollo profesional como una amenaza a su posición de poder, lo que genera frustración y estancamiento en los colaboradores.
Belén Stettler, oriunda de Río Gallegos, Santa Cruz, Argentina, cuenta con 35 años y es Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad de Buenos Aires (UBA). A lo largo de sus 13 años de trayectoria en comunicación política, ha trabajado como consultora en Buenos Aires, especializándose en estrategia, investigación y comunicación directa. Ha dirigido equipos de comunicación en diversas campañas. Su experiencia incluye roles importantes en la Obra Social del Personal de Seguridad Pública de Buenos Aires, la Vicejefatura de Gobierno de Buenos Aires, Claves Creativas, Ford Argentina y AkzoNobel, iniciando su carrera en Grupo Suessa Organización Empresaria.