LA PUERTA DE ENTRADA AL METAVERSO, EL GAMING

Persona con casco de realidad virtual y control en las manos, jugando frente a una pantalla con luces de neón y gráficos futuristas.

La jugabilidad y experiencia a la hora de jugar videojuegos cambió exponencialmente en muy poco tiempo. Sin más, allá por comienzos del siglo XXI los jugadores desembolsaban grandes sumas de dinero en juegos y una consola, con escasa o nula posibilidad de interactuar con otros jugadores, representarse a sí mismos o crear contenidos en el juego. Lo cierto es que no había activos, avatares o features intercambiables. Una vez que el jugador se fatigaba o completaba el juego, el dinero, tiempo y esfuerzo invertido se volvía obsoleto en solo cuestión de segundos.

Con el correr de los años, los videojuegos se fueron perfeccionando y una “segunda generación” de jugabilidad fue tomando forma, junto con la llegada de avances significativos. Los jugadores ahora podían disfrutar de juegos en múltiples dispositivos, guardar su progreso, dejar de jugar y continuar al día siguiente e incluso, invertir dinero para obtener ventajas y mejorar su experiencia de juego. A pesar de este profundo cambio de paradigma, el principal problema seguía estando en la imposibilidad de transferir el progreso de un juego a otro.

Los videojuegos han recorrido un largo camino y han ido evolucionando a la par de los grandes avances tecnológicos. Hoy en día encontramos videojuegos en casi cualquier dispositivo, capaces de mostrar gráficos y reproducir sonidos, desde celulares y tablets hasta computadoras y consolas como la PlayStation de Sony, la Xbox de Microsoft, y la Wii de Nintendo.

Lo que en un inicio fueron unos pequeños píxeles blancos rebotando en una pantalla, hoy en día representa una gran industria que utiliza desde joysticks con sensores de velocidad e inclinación, hasta cámaras que permiten saber en qué posición se encuentra nuestro cuerpo.